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06/01/2016

75 años del fallecimiento de James Joyce

Murió el 13 de enero de 1941 por lo que hoy se cumplen 75 años de su fallecimiento.
75 años del fallecimiento de James Joyce

Excesivo y revoltoso, el escritor irlandés James Joyce se empeñó 17 años en dar con la forma final del manuscrito que, mientras era forjado obsesivamente, tenía el título de “Obra en proceso”, para publicarlo en mayo de 1939, con el nombre definitivo de “Finnegans Wake”.

Un trabajo que ha sido definido como “un salto al vacío desde las alturas del ´Ulises´”, con el que Joyce se adentra, solo y prácticamente ciego, hacia el ojo del huracán del lenguaje.

Para el crítico británico Terry Eagleton, la última obra que publicó Joyce antes de morir la madrugada del 13 de enero de 1941, puede considerarse como “un acto de venganza colonial, gracias al cual quienes se han visto desposeídos de su lengua nativa, logran devolverles el golpe y para ello lo que hacen es apoderarse de su lengua, contaminarla con todo tipo de balbuceos procedentes de otros dialectos y llegar a utilizarla haciendo gala de un virtuosismo deslumbrante”.

Joyce fue hijo de una mujer religiosa y de un hombre envuelto en dificultades económicas, pero que desbordaba un sentido del humor corrosivo y mucho talento para contar historias.

Nació el 2 de febrero de 1882, en Rathgar, un suburbio de Dublín. Fue educado en un internado de jesuitas, a quienes constantemente agradeció el saber “reunir un material, ordenarlo y presentarlo”.

Se graduó en Lenguas Modernas en la Universidad de Dublín en 1903. Tuvo dos hijos y vivió la mayor parte de su vida adulta en Trieste, Zúrich y París.

Debutó como escritor con el poemario “Música de cámara” (1907), para luego publicar el libro de cuentos y epifanías “Dublineses” (1914), la novela de vocación autobiográfica “Retrato del artista adolescente” (1916), la obra de teatro “Exiliados” (1918) y “Poemas a penique” (1927).

A ello se suman, por supuesto, las icónicas publicaciones “Ulises” (1922) y “Finnegans Wake” (1939). El primero de ellos es, sin duda, su máximo alcance como escritor. Considerado una historia insólita, de imaginación prosaica, perfecciona la técnica de la “corriente de conciencia”, a decir de Henry James, o del “monólogo interior”, como lo definió Valérie Larbaud.